Colombia se merece un desarme ambicioso y completo

rsz_27787172691_c06ddeba72_b (1)Una oportunidad

El Acuerdo sobre el Cese al Fuego y de Hostilidades Bilateral y Definitivo, y Dejación de Armas fue fundamental porque definió las condiciones exactas que llevarían al fin de la guerrilla de las FARC como fuerza armada y combatiente, y a la reintegración de los exguerrilleros a la vida civil.

El proceso de desarme será la clave para mantener la seguridad ciudadana después del conflicto, pues el evitará que las armas, explosivos y municiones queden disponibles para grupos disidentes de las FARC, para organizaciones guerrilleras por fuera del acuerdo o para grupos criminales del país o del exterior.

El proceso de desarme será la clave para mantener la seguridad ciudadana después del conflicto.

Pero esa dejación de armas podría quedar corta a la hora de evitar la expansión del mercado negro que hasta hoy ha surtido tanto a la insurgencia como a la delincuencia común en las  ciudades. Si las cosas no se hacen bien,  estaríamos perdiendo la posibilidad de un desarme ambicioso y sin precedentes en el mundo, que aporte a la sostenibilidad de la paz y a la reducción general de la violencia. Sobre este particular, la Fundación Ideas para la Paz (FIP) y el Instituto Igarapé elaboraron un documento extenso con recomendaciones que deben tomarse en cuenta.

Información clara

Aunque algunas de las críticas subsisten, el Acuerdo permitió despejar muchas dudas que existían sobre el particular, incluyendo afirmaciones como que:


Las controversias son válidas y deberán resolverse, pero el hecho de haber publicado los principales puntos del proceso de desarme es algo positivo para la legitimidad y aceptación social del mismo. Un caso contrario fue el proceso de desarme hermético del IRA en Irlanda.

En el Acuerdo quedó claro que “la dejación de armas es un procedimiento técnico, trazable y verificable mediante el cual la ONU recibe la totalidad del armamento de la FARC-EP”. La entrega de armas a un tercero neutral, en lugar de a las Fuerzas Militares (como se planteó en algún momento) es un hecho importante para garantizar la transparencia.

Además, el borrador conjunto define que la entrada y salida a las Zonas Veredales Transitorias de Normalización será sin armas (incluyendo excombatientes y autoridades civiles, entre otros). Incluso se suspenderán los permisos de porte y tenencia de armas para la población civil en estas Zonas.

El Acuerdo incluye una propuesta de desarme secuencial y con plazos concretos:

Primera fase: 90 días, 30 por ciento del armamento;
Segunda fase: 120 días, 30 por ciento del armamento;
Tercera fase: 150 días, el 40 por ciento restante.

Este cronograma evita dilatar la entrega de las armas, que fue uno de los principales inconvenientes en países como Irlanda, donde el desarme se extendió por más de siete años. No obstante, esta hoja de ruta debe ser lo suficientemente flexible para considerar imprevistos.

Se quedó corto

Lamentablemente, el Acuerdo no es claro acerca del proceso para establecer el número de armas que se espera recibir, lo cual se necesita para verificar si la entrega fue completa o si algunas de las armas fueron escondidas o vendidas a terceros.  

Se ha especulado mucho sobre el número de combatientes y de armas en poder de las FARC. Mientras  el Ministerio de Defensa calcula que pueden tener entre 14 y 20 mil armas (7 mil miembros con al menos dos armas cada uno), otros analistas han llegado a estimar una cifra cercana a las 45 mil, entre armas individuales y de apoyo.

Por eso, realizar mapeos, inventarios e incluso estimaciones del armamento que se espera recibir es una alternativa válida, incluyendo la discriminación por tipo de armas y sus posibles estados.

El Acuerdo establece que “cada uno de los integrantes de las FARC-EP que permanecen en las Zonas Veredales Transitorias de Normalización porta un arma individual dentro del campamento”. Sobre este censo se realizará un monitoreo y verificación de la tenencia. Pero sucede que algunos guerrilleros pueden tener más de un arma mientras que otros no tengan ninguna debido a su papel dentro del grupo. Se ha dicho incluso que cada combatiente puede tener al menos un arma corta y una larga, de modo que el supuesto de  un arma individual podría distorsionar la verdadera cantidad de armas en poder del grupo.

Por otro lado, como ha dicho el procurador Ordoñez, subsiste  un gran interrogante sobre el manejo diferenciado del desarme de las milicias, el cual se llevará a cabo en las Zonas, junto con el armamento de acompañamiento, y no como parte del armamento individual que portan los excombatientes.

Necesitamos completa claridad sobre el número de integrantes de las FARC (incluyendo sus milicias urbanas) y sobre el número de armas, municiones y explosivos de carácter individual o de acompañamiento para poder determinar correctamente la proporción combatiente/arma.

Otro pendiente en el Acuerdo es programar la limpieza y descontaminación de territorios afectados por minas antipersonal (MAP), artefactos explosivos (AEI) y municiones sin explotar (MUSE) o restos explosivos de guerra (REG), sin contar la identificación de posibles arsenales escondidos, depósitos clandestinos o “guacas”.

Un programa ambicioso

Una dejación de armas más ambiciosa podría ir más más allá del desarme de los combatientes para sacar de circulación los millones de armas que hoy circulan en Colombia.  

Esta es una oportunidad única para desentrañar el funcionamiento del tráfico de armas en Colombia y en América Latina, para identificar a los proveedores ilegales, para encontrar pistas sobre cómo han llegado estas armas al país, conocer los puntos de entrada, los intermediarios o el hecho de que las armas hayan sido robadas o filtradas desde arsenales de las Fuerzas del Estado.  Sobre esta base podrían plantearse intervenciones efectivas para evitar el suministro futuro de armamentos a grupos armados ilegales en el país y en la región.

Aparte de la cantidad y tipo de las armas, se necesita información sobre su estado o calidad  (incluyendo si son de fabricación casera), así como sobre la distribución por Frentes y por regiones. Igualmente debemos disponer de información técnica sobre las armas, como decir su modelo, calibre, número de serie y marca, todo acompañado de una adecuada documentación fotográfica. La información sobre las armas entregadas debe ser pública y estar a disposición de todos, para ejercicios de análisis de los centros de investigación, como el que hizo la FIP sobre las armas entregadas por las AUC.

El desarme de las FARC podría convertirse en el más completo y avanzado del mundo.

Un proceso de desarme ambicioso debería considerar elrastreo del armamento y su registro balístico para procesos judiciales. Esto implica recolectar información más completa que la del actual sistema de registro de armas para su disposición final, incluyendo información sobre marcas, origen y uso del armamento y municiones. El rastreo es especialmente difícil (y rara vez se lleva a cabo) en situaciones de conflicto y posconflicto.

El desarme de las FARC podría convertirse en el más completo y avanzado del mundo si considera estos elementos. Según un estudio del Small Arms Survey no se han llevado a cabo análisis profundos sobre el origen de cerca de 400.000 armas registradas en procesos de desarme, desmovilización y reintegración (DDR) entre 1998 y 2008. El estudio también encuentra que los registros de armas son usualmente muy incompletos e imprecisos para realizar rastreos.

La dejación de armas de las FARC, así como la experiencia de las Zonas Transitorias, debe expandirse al resto de país. El impulso de desarme que da el proceso de paz puede aprovecharse para hacer realidad una estrategia eficaz de prevención de la violencia y de control de armas en Colombia, donde se incluyan:

  • Una pedagogía por la paz y la convivencia,
  • Un marco jurídico moderno sobre la tenencia y el control de armas, y
  • La revisión de las decisiones de producción e importación de armas por parte del Estado.


Esto adquiere especial importancia en las áreas urbanas donde la violencia con armas de fuego alcanza niveles epidémicos. El desarme civil puede además ser una vía para la plena  dejación de armas por parte de las milicias urbanas de las FARC.  

Deben fortalecerse las instituciones encargadas del control de armas y establecer acuerdos bilaterales para evitar filtraciones de armamento a países vecinos, así como aplicar el Tratado de Comercio de Armas, recientemente ratificado por el Congreso.

Sacar las armas de circulación de las ciudades y de las áreas rurales es una prioridad. No solamente por el acuerdo con las FARC sino como una condición fundamental para el sostenimiento de la paz y la reducción de la violencia.

Por Katherine Aguirre
Artigo de opinião publicado em 25 de julho de 2016
Razón Pública

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