Venas abiertas: homicidios en América Latina
November, 2017
Varios analistas coinciden en que Latinoamérica es la región del mundo con más altos índices de homicidios dolosos. DW habló con dos de ellos sobre los obstáculos con que se topan a la hora de procesar las estadísticas.
A mediados de noviembre, al presentar su novela negra La ola detenida, ambientada en Caracas, el escritor venezolano Juan Carlos Méndez Guedez describió a sus compatriotas como “seres heroicos” expuestos diariamente a una violencia delictiva que, según su cuenta, les quitó la vida a 30.000 personas el año pasado. Su país es “un thriller en sí mismo”, subrayó el autor. Pero, ¿no aplican sus palabras para buena parte de América Latina y sus habitantes? En esta región, donde sólo vive el 8 por ciento de la población global, se perpetra un tercio de los homicidios dolosos, sostiene el Banco Interamericano de Desarrollo (BID).
Robert Muggah, especialista en materia de seguridad y desarrollo, cita a Brasil, Colombia, El Salvador, Guatemala, Honduras y Venezuela como los países con las más altas cifras absolutas y tasas de homicidio en el mundo. También México forma parte de ese grupo; el récord de homicidios intencionales alcanzado en su territorio hace dos décadas puede ser superado de aquí a fin de año. “La estabilidad de un país se mide por su índice de homicidios”, comentaba la fiscal general de Venezuela, Luisa Ortega Díaz, a mediados de 2017, cuando presentó su informe correspondiente a 2016: 21.752 homicidios, 70 por cada 100.000 habitantes.
“La tasa de homicidios es la reina de todas las estadísticas, en parte, por su impacto económico y emocional; pero también porque el conteo del número de muertes violentas suele ser más confiable que otros hechos violentos. Sobre todo, es la variable más comparable entre países (…) Esa es información que necesitamos para empezar a construir una política de seguridad ciudadana efectiva”, explicaba el BID hace dos años, enfatizando que las zonas de mayor riesgo eran las grandes urbes y que, de las veinte ciudades con más homicidios del planeta, catorce se encontraban en América Latina. Esta tendencia no ha cambiado mucho desde 2015.
Sombrío ranking
En 2016, el Banco Mundial argüía que en las áreas metropolitanas al sur del Río Bravo se registraba un promedio diario de 400 homicidios o cuatro cada catorce minutos. En la edición 2017 del reporte Ciudades seguras, elaborado por el semanario británico The Economist, Caracas ocupa el penúltimo lugar en una lista de sesenta escaños sobre seguridad personal. En abril de este año, la organización no gubernamental mexicana Consejo Ciudadano para la Seguridad Pública y la Justicia Penal (CCSPJP) acaparó titulares con la clasificación Las cincuenta ciudades más violentas del mundo. En la cima de su lista: la capital venezolana.
Remitiéndose a estos rankings, Erika Guevara Rosas, directora de Amnistía Internacional para las Américas, lamentaba recientemente que esa región fuera “la más violenta de todo el mundo”. Sin embargo, señalando las divergencias que existen entre el reporte de una organización y el de otra, más de uno se preguntará qué tan fiables son estas cifras y para qué sirven. Como muestra, un botón: en la lista publicada por el CCSPJP figuran siete urbes venezolanas y en la del think tank brasileño Instituto Igarapé, ninguna. DW habló al respecto con Robert Muggah, cofundador del centro de investigaciones con sede en Río de Janeiro.
“En el Instituto Igarapé no negamos que Caracas tenga una de las tasas de homicidio más altas del planeta, pero hemos evitado incluir ciudades venezolanas en nuestro ranking porque los datos disponibles sólo nos permiten tantear su situación, no medirla. Lo mismo aplica para países como Irak, Siria y Sudán”, esgrime Muggah. “No todos los Estados proveen información sobre la violencia delictiva. De Venezuela es tan difícil obtener estadísticas oficiales sobre homicidios dolosos que nos vemos obligados a recurrir a los informes de las morgues y los medios locales”, dice José Antonio Ortega, presidente del CCSPJP, en entrevista con DW.
Monitor de homicidios
El CCSPJP publicó la clasificación Las cincuenta ciudades más violentas del mundo por séptimo año consecutivo en abril de 2017, basándose también en estudios periódicos de la Oficina de Naciones Unidas contra las Drogas y el Crimen (UNODC), así como en las cifras de mortalidad ofrecidas por la Organización Mundial de la Salud (OMS). 42 de las urbes incluidas son latinoamericanas. Ortega dice que el margen de error de ese ranking ronda el 4 por ciento. El Instituto Igarapé lanzó en 2015 el Homicide Monitor, una base de datos interactiva que se actualiza anualmente con información proveída por las Policías y los servicios de salud pública de casi todos los Estados.
“Esas son las fuentes primarias porque esas instancias son rigurosas en sus registros de mortalidad y aplican criterios severos a la catalogación de los homicidios intencionados, que es lo que mide el Instituto Igarapé”, subraya Muggah, alabando la exhaustividad del Homicide Monitor y admitiendo, al mismo tiempo, que nadie en este campo de investigación es infalible. “Es inevitable que diferentes organizaciones lleguen a diferentes resultados al medir las tasas de violencia porque no existe un organismo que centralice la información sobre esta materia. Y la diversidad de nuestros datos es útil precisamente por el déficit que existe”, acota Muggah.
Ortega coincide con Muggah en que una metodología transparente y replicable es crucial para blindar los reportes sobre prevalencia de homicidios en las ciudades. Mientras más claros sean los aspectos cuantitativos y cualitativos de una pesquisa, más fácilmente se pueden comprender las diferencias entre un estudio y otro. Por ejemplo, algunas investigaciones recogen y mezclan datos sobre todas las municipalidades de una región metropolitana, y otras descartan por completo la información sobre las ciudades satélites de las grandes urbes. “De ahí los contrastes resultantes”, dice Muggah.
Reacciones mixtas
El CCSPJP y el Instituto Igarapé también comparten la impresión de que su labor no pasa inadvertida por los Gobiernos; ambos han recibido respuestas positivas y negativas por su trabajo. “En varias ocasiones nos han enviado cartas alegando que estamos equivocados y exigiéndonos que los saquemos del ranking. Pero también hemos recibido mensajes favorables: hace dos años, el alcalde de Medellín nos comunicó por teléfono lo importante que era para él ser evaluado por una organización independiente y ver reflejadas en nuestro ranking las mejoras emprendidas en la ciudad por su Gobierno y su población”, recuerda Ortega.
“La información que proveemos anima a las autoridades estatales, regionales y municipales a tomar el asunto con más seriedad y a ofrecer datos más precisos sobre la recurrencia de los homicidios intencionales. Al ofrecer estadísticas robustas, transparentes y confiables sobre este tema, nuestra meta es persuadir a los presidentes, los gobernadores y los alcaldes de invertir en programas para reducir los índices de homicidio. Herramientas como el Homicide Monitor, que permiten visualizar tendencias y variaciones en este ámbito, hace más fácil imaginar que esos proyectos de prevención de la violencia son efectivos y viables”, argumenta Muggah.