La Creciente Amenaza de las Pandillas Digitales
A medida que la revolución digital avanza con fuerza, hay indicios inquietantes del cómo los gobiernos están utilizando tecnologías para vigilar y reprimir a sus ciudadanos. Las revelaciones sobre el monitoreo a las personas por parte de la Agencia Nacional de Seguridad (NSA) en Estados Unidos (EE.UU.), son apenas el comienzo. Y no son sólo los gobiernos occidentales están espiando a los ciudadanos. Desde Egipto hasta Siria, los autócratas están utilizando técnicas de minería de datos y análisis de redes sociales con un efecto mortal.
Existen bastantes ejemplos de cómo regímenes están tomando medidas contra la libertad en Internet. En Rusia, un think tank pro-Kremlin, el Centro para la Investigación sobre la Legitimidad y la Protesta Política, está permanente supervisando los medios sociales para anticiparse a la disidencia. En China, la vigilancia se cuece en el hardware de los proveedores de redes y plataformas de medios sociales. Los gobiernos alrededor del mundo están aplicando modelos matemáticos avanzados para predecir cómo fluye la información a través de redes y configurando redadas para atrapar a los activistas entrometidos.
Tomemos el caso de la unidad militar de élite israelí 8.200, que ha llevado a cabo tácticas de espionaje coercitivas contra los palestinos, incluyendo recolección de datos que compromete a los ciudadanos en aspectos sexuales, financieros y personales. El año pasado, el alcance de la vigilancia estatal fue revelado por denunciantes israelíes, los llamados refuseniks (o insumisos). Mientras tanto, junto con Irán, un grupo de hackers no estatales tienen como objetivo a Israel. “Hacktivistas” pro-palestinos, quienes usan la bandera de #OpIsrael tienen sistemáticamente en su mira sitios Web y servidores gubernamentales israelíes.
Los gobiernos tienen un monopolio muy limitado sobre el uso de grandes volúmenes de datos para monitorear riesgos. Los bancos privados de inversión tienen una amplia experiencia en este espacio, igualmente un grupo cada vez mayor de los llamados “humanitarios digitales”, quienes están utilizando datos satelitales y de telecomunicaciones para ayudar a las víctimas. Y ahora parece que los sindicatos del crimen, cárteles y pandillas están también altamente involucrados. Algunos de ellos son los primeros en adoptar estos mecanismos, y son los primeros en tantear los medios sociales para identificar las amenazas, pero también manejan relaciones públicas.
La participación de las organizaciones de tráfico de drogas en la red podría parecerle a los lectores como algo extraño, incluso contrario a la intuición. Después de todo, el crimen organizado prospera tradicionalmente en las sombras, lejos de la mirada pública.
Históricamente, los grupos del crimen invierten en minimizar su perfil público, en vez de amplificarlo. El Internet está cambiando todo eso. Organizaciones tan diversas como el Estado Islámico y el cártel de los Zetas utilizan el ciberespacio para formar opinión y obtener respeto, así como miedo y terror.
Algunos de los cárteles de la droga más despiadados del mundo son usuarios voraces de diversas plataformas digitales. El cártel de Sinaloa de México, uno de los más poderosos grupos del crimen organizado en México, tiene una cuenta de Twitter con más de 34.000 seguidores. Su líder recientemente escapado, El Chapo, cuenta con casi 400.000 seguidores en Twitter y recientemente amenazó en línea al candidato presidencial, Donald Trump. La autenticidad de esta cuenta de Twitter ha sido ampliamente cuestionada. Más al Sur, en América Central una pandilla llamada Mara Salvatrucha 13, o MS-13, tiene más de 40.000 ‘likes’ en Facebook y se comunica por este medio con sus miembros a lo largo de todo América.
El contenido de sus sitios es predecible. La mayoría de ellos cuentan con una combinación mujeres, armas y sangre derramada. Estos sitios llevaban el sello de la narco cultura – la banda sonora “online” de la guerra contra las drogas– repleta de autos rápidos, mujeres con poca ropa, y rifles de asalto enchapados en oro. En algunos casos también incluyen narcocorridos con letras como “estamos sedientos de sangre y vamos cortar cabezas”. Desde el escape de El Chapo, han surgido una docena de estos narcocorridos celebrando sus hazañas. Aunque prohibido por el gobierno mexicano, estos memes usualmente tienen un propósito estratégico. La inteligencia militar de México rastrea su contenido en el Secretaría de la Defensa Nacional y el Centro de Estudios de la Fuerza Aérea.
En toda América Latina, el ciberespacio está siendo secuestrado por cárteles, pandillas y otros sindicatos del crimen organizado. Lo usan para amenazar a sus rivales, para vender productos, para comunicar instrucciones, así como para reclutar nuevos miembros. Nada de esto es particularmente nuevo. Ya en 2005 la fuerza pública comenzó a detectar la circulación en línea de los llamados narcomensajes. Estos eran típicamente textos cortos dejados en cadáveres de las víctimas que explican la motivación para su asesinato: “Esto es lo que sucede cuando se trabaja con éste o aquel cartel rival”
No es sorprendente que la propagación de mensajes de texto se haya visto acompañado por una explosión de lo que a menudo se llama como narcovideos. Algunos de estos clips cortos son “películas snuff”. Otros son básicamente propaganda. Una revisión de algunos de ellos muestra que varían en contenido y estilo, con algunos mostrando torturas y ejecuciones, discursos de los líderes del cártel e incluso ocasionalmente, gestos de buena voluntad. Algunos grupos de narcotraficantes les gusta grabar a sus miembros prestando asistencia a víctimas de desastres naturales.
Mientras los cárteles y las pandillas han existido por generaciones, el ciberespacio está permitiendo que expandan enormemente su poder, su prestigio y beneficios económicos. También se están tomando la violencia en el ámbito virtual, dirigiéndose a bloggers, soplones y competidores. Dado el volumen de personas en Facebook en Brasil, Colombia, El Salvador y México, ahora es posible extorsionar a un gran número de personas con solo un clic. También ha habido un aumento en los secuestros de ingenieros de software y programadores, para que de esta manera grupos del crimen organizado puedan reforzar sus capacidades digitales.
La explosión de la actividad en línea por parte de los cárteles y las pandillas no sólo se traduce en más asesinatos. También está socavando libertades fundamentales, tales como la independencia de la prensa. Esto está generando un efecto paralizante o de auto-censura en los medios de comunicación de todo México, así como en los países del triángulo norte de Centroamérica y partes de América del Sur. Más de 32 periodistas fueron asesinados en México en la última década, incluso periodistas ciudadanos han sido asesinados públicamente.
Más positivamente, las personas también se están defendiendo tanto ‘online’ como por fuera del ciberespacio. Los ciudadanos se están auto-organizando en comunidades virtuales y convirtiendo la red en una fuente de información de confianza. Están utilizando sus conexiones para conservar y difundir información para protegerse. La explosión de la “narconet” ha dado lugar a una expansión de la actividad en línea, incluyendo narco-tweets. Investigaciones recientes sugieren que aproximadamente el 1,5% de todos los mexicanos han tuiteado acerca de la guerra contra las drogas –cerca del 5% de la población en línea del país.
Del mismo modo, los grupos de autodefensa también se están levantando contra los cárteles y sus asociados. Organizaciones de la milicia como el llamado ‘Valor por Michoacán’, por ejemplo, tiene en la mira a otro cartel, el de los ‘Caballeros Templarios’. Valor contaba con más de 184.000 seguidores en Facebook antes de ser puesto fuera de línea (aunque conserva una cuenta de Twitter activa).
Entonces, ¿qué nos dicen estos acontecimientos? Por un lado, son un recordatorio de las formas en que las redes sociales están siendo absorbidas en el campo de batalla del siglo XXI. También revelan cómo los ciudadanos se están defendiendo y usando los medios sociales para mejorar su forma de tomar decisiones, organizarse, e incluso devolver el golpe contra los que quieren hacerles daño.
Los periodistas ciudadanos y colectivos digitales son muy fuertes. El sector de la tecnología puede y debe ayudar a crear maneras de empoderar a los sin voz para que puedan hablar y comunicarse sin miedo y sin intimidación. Esto significa la creación de espacios seguros para compartir información verificada de forma anónima. Hacer esto también es un desafío de diseño que genera en sí mismo nuevos retos sobre la libertad de expresión, los derechos de expresión, y la protección personal en el ecosistema digital global.
Robert Muggah, Capital Financiero