La amenaza mayor de la que no hablamos
Los ataques de alto perfil en las principales ciudades de Bélgica, Francia y los Estados Unidos han puesto al mundo en vilo. Algunos comentaristas están hablando de un nuevo y prolongado tipo de guerra de guerrillas que se extiende desde América y Europa a través de África, Asia y el mundo árabe. Este tipo de guerra es irregular, híbrido y en red, lo que involucra una constelación de organizaciones terroristas como ISIS y Al Qaeda. En lugar de golpear a grupos específicos de personas o a lugares simbólicos, las ciudades como tal están llegando a un estado de sitio. Para complicar las cosas, los extremistas violentos están reclutando directamente desde los barrios pobres y marginales de todo el Occidente.
El alcance del reclutamiento local y los llamados “viajeros extremistas” desde los países occidentales es motivo de preocupación real. Un estudio estima que cerca de 31.000 personas de 86 países han viajado desde junio de 2014 a Irak o a Siria para unirse a ISIS o a otros grupos extremistas. Y no solamente Europa occidental o América del Norte proveen un terreno fértil para la llamada radicalización remota, sino también Rusia y Asia central. Mientras muchos combatientes extranjeros son asesinados mientras combaten en el extranjero, cerca del 30% de ellos eventualmente hacen el viaje de vuelta a casa. Los políticos están luchando para responder, mientras los crímenes de odio contra los grupos minoritarios están en aumento.
Es estadísticamente innegable que la violencia terrorista va en aumento. Pero ¿es la violencia terrorista de hoy realmente más intensa y extendida, que digamos, en la década de los 60s y 70s? ¿Son las ciudades europeas y norteamericanas occidentales realmente la nueva línea de combate de una yihad global? La respuesta depende en parte de cómo se define el terrorismo. En la actualidad no existe un acuerdo internacional o incluso académico sobre lo que constituye el terrorismo. Algunos expertos dicen que consiste en la violencia perpetrada por actores no estatales contra la población civil para lograr un cambio religioso, ideológico o político, pero esto se parece mucho a un conflicto armado. Para complicar las cosas, los gobiernos confunden rutinariamente el terrorismo y la insurgencia.
¿Dónde es más alto el riesgo de violencia letal?
Estos son los países donde su riesgo de morir por terrorismo, conflicto y homicidio fueron mas altos en 2014.
Una manera de analizar la magnitud de la amenaza terrorista es revisar los datos. A pesar de serios desafíos relacionados con la calidad y la cobertura de las estadísticas sobre el terrorismo, la guerra y el homicidio, es posible identificar tendencias y patrones al concentrarnos en la prevalencia de la violencia letal.
No es tanto una yihad global
Resulta que la violencia extremista es mucho menos generalizada de lo que se podría pensar. Como han dicho otros analistas, ésta es significativamente más prolífica fuera de los países occidentales que en ellos. Una reciente evaluación de los riesgos terroristas en 1.300 ciudades clasificó centros urbanos en Afganistán, Irak, Libia, Nigeria, Pakistán y Somalia como significativamente más vulnerables que los de Bélgica, Francia, el Reino Unido o Estados Unidos. Al menos 65 ciudades fueron descritas como enfrentando riesgos extremos, con Irak -especialmente Bagdad, Mosul, Al Ramadi, Baquba, Kirkuk y Al Hillah- participando con seis ciudades en el top 10. Se debe considerar que entre 2000 y 2014, había alrededor de 3.659 muertes relacionadas con el terrorismo en todos los países occidentales combinados. Solamente en Bagdad hubo 1.141 muertos y 3.654 heridos en 2014.
Es cierto que han habido docenas de ataques terroristas en los últimos años, pero ¿como se han distribuido por todo el mundo? La Base Global sobre Terrorismo (GTD, por sus siglas en inglés) hace seguimiento a las muertes relacionadas con el terrorismo entre 2005 y 2014 en 160 países. En un puñado de casos donde hay guerra en curso – incluyendo Afganistán, Irak, Siria y Yemen- GTD algunas veces equipara el terrorismo y las muertes relacionadas con el conflicto. Los autores de la base de datos hacen todo lo posible para evitar que esto suceda, pero es inevitable. Existen diferentes bases de datos que aplican criterios de inclusión mucho más restrictivos, pero no son tan amplios en su cobertura y también sufren defectos. En lugar de centrarse en el número absoluto de muertes violentas, puede ser más útil tener en cuenta las tasas de prevalencia.
Por un lado, la mayoría de los países en la parte superior del listado de los más propensos al terrorismo están concentrados en el norte de África, Oriente Medio y Asia del Sur. Esto incluye países en guerra como Irak, Afganistán, Somalia, Libia, los Territorios Palestinos Ocupados, el Líbano, Israel, Yemen, Pakistán y Siria. Otros países en los 15 primeros lugares son más inesperados, incluyendo la Antigua República Yugoslava de Macedonia, la República Centroafricana y Kenia. Bélgica está en el lugar 86º, mientras que Francia y Estados Unidos están en el en 98º y 105º, respectivamente. Estas últimas posiciones, obviamente se moverán hacia arriba dados los ataques recientes en 2015 y 2016, pero no tanto como se podría esperar.
¿Dónde están los niveles mas altos de muertes asociados al terrorismo?
Muertes por cada 100,000 personas (azul) y total de muertes (rojo), 2005-2014
Víctimas de la guerra
Los civiles inocentes tienen más probabilidades de morir en el transcurso de conflictos armados. La diferencia entre los dos es que el terrorismo está destinado específicamente a matar indiscriminadamente a civiles, mientras que en las guerras el asesinato de civiles inocentes y de prisioneros está expresamente prohibido, incluso si esto ocurre. Muertes asociadas a la guerra pueden ser etiquetadas como criminales o incluso como terrorismo, cuando se determina que son desproporcionadas. Entonces, ¿cómo la calificación de riesgo de muertes violentas que se producen en zonas de guerra se compara con las asociadas al terrorismo? La Base de Datos sobre el Conflicto de Upsala registra muertes de conflictos en más de 60 guerras entre 2005 y 2014. Después de ajustar el número absoluto de muertes violentas en relación con la población total por país, es posible determinar una tasa de mortalidad de conflictos aproximada por cada 100.000 personas.
Resulta que el riesgo de morir violentamente en guerra es considerablemente mayor que la probabilidad de morir en el transcurso de la violencia extremista. Aunque en algunos países este riesgo es de un orden de magnitud más alto, la tasa de mortalidad global de conflictos en zonas de conflicto es aún mucho más bajo de lo que muchos podrían haber predicho. Por ejemplo, la tasa media de muertes por conflicto está por las nubes en Siria -el lugar de una de las guerras más horribles en la última década. Pero es comparativamente más bajo en lugares como Afganistán, Irak, Libia, Sudán del Sur, Chad y Yemen, países que han sido expuestos a la violencia a escala industrial. La tasa de mortalidad de conflictos, por supuesto, varía de acuerdo con el flujo y reflujo de la guerra, pero la prevalencia media es sorprendentemente baja.
¿Dónde están los niveles mas altos de muertes asociados al conflicto?
Muertes por cada 100,000 personas (azul) y total de muertes (rojo), durante los años del conflicto entre 2005 y 2014
La mayor amenaza de todas: el homicidio
Y el hallazgo más sorprendente de todos. Una revisión de los datos revela que la población civil de todo el mundo está en mucho más en riesgo de morir como resultado de homicidio que por la violencia terrorista o la guerra. Con información del Monitor de Homicidio es posible realizar un seguimiento de las tasas de homicidios de más de 225 países y territorios entre 2005-2014. A pesar que la violencia homicida está disminuyendo de manera constante en la mayor parte del mundo, todavía es una de las mayores amenazas con respecto a lo que los expertos en salud pública llaman causas externas de mortalidad– en especial entre los jóvenes adultos y adolescentes varones.
Al igual que en el caso de la violencia terrorista y la relacionada con el conflicto, también hay puntos calientes donde el asesinato tiende a concentrarse. Las personas que viven en América Central y del Sur, en el Caribe y en África del Sur están en mayor riesgo de morir por homicidio que en la mayoría de los otros lugares. Los países más mortíferos en el mundo incluyen El Salvador, Honduras, Jamaica, Venezuela, las Islas Vírgenes de Estados Unidos, Guatemala, San Cristóbal y Nieves, Belice, Colombia, Trinidad y Tobago, y Brasil. Cerca de 46 de las 50 ciudades más violentas se concentran en Las Américas. Entre los 15 países más violentos por homicidio se incluyen también, por fuera de las Américas, Sudáfrica, Suazilandia y la República Democrática del Congo.
Y más allá de estos focos de violencia homicida extrema, el riesgo de asesinato también está más ampliamente distribuido que las muertes violentas asociadas con el terrorismo o la guerra. Hay aproximadamente 85 países que están constantemente por encima del promedio mundial, que está alrededor de siete homicidios por cada 100.000 personas. De hecho, nueve de cada 10 muertes violentas que ocurren en todo el mundo durante la última década se debieron al asesinato; sólo una fracción se puede atribuir a la guerra o el terrorismo. Esto no implica minimizar los peligros y la destrucción asociada a estos últimos fenómenos reales, sino más bien para asegurar que mantenemos nuestro ojo firmemente en la pelota.
¿Dónde están los niveles mas altos de homicidios?
Muertes por cada 100,000 personas (azul) y total de muertes (rojo), 2005-2014
Sacando lecciones sobre los datos
Entonces, ¿qué nos cuenta este retrato mórbido sobre los datos de la violencia? En primer lugar, es un recordatorio de que un número relativamente pequeño de países están dramáticamente más en riesgo de violencia terrorista y relacionada con los conflictos que otros -especialmente Afganistán, Irak, Libia, Nigeria, Pakistán, Somalia, Siria y Yemen. Mientras que deben proteger a sus países de eventos terroristas, los diplomáticos, expertos en desarrollo y especialistas en defensa deben esforzarse en redoblar la diplomacia preventiva y la prevención de conflictos en los países más gravemente afectados. Si lo hacen, se podría tener un efecto dramático en la reducción de la carga global de la violencia terrorista y el conflicto, así como en las consecuencias humanitarias relacionadas, tales como los flujos de refugiados y el desplazamiento interno de la población.
En segundo lugar, también hay un grupo de países -la mayoría de ellos en América Latina y el Caribe- donde la violencia homicida ha superado todos los límites. La mayoría de las muertes en estos países se concentran en ciudades con rápido crecimiento y de tamaño mediano. Para que los homicidios se reduzcan en estos lugares, es esencial que los planificadores federales y municipales se concentren en los factores de riesgo que están impulsando la violencia urbana -sin descartar la desigualdad social y económica, las altas tasas de desempleo de los jóvenes, la pobreza y la desigualdad, y la ausencia del imperio de la ley. Hay una creciente evidencia de estrategias basadas en datos que funcionan -incluyendo intervenciones de disuasión focalizada, terapias cognitivas y prevención específica, pero esto requiere un liderazgo sostenido para tener un efecto duradero.
Por último, tenemos que mejorar la capacidad de resiliencia -la disposición de abordar, adaptarse y recuperarse ante la adversidad- en comunidades de alto riesgo. Aunque obviamente con causas y consecuencias diferentes, todavía hay muchos puntos comunes de conexión entre la violencia terrorista, de conflicto y la homicida. Cuando las comunidades están desorganizadas y sufren de abandono, hay una mayor probabilidad de erupción de la violencia organizada con corte político, criminal e ideológico. Los gobiernos, las empresas y grupos de la sociedad civil tienen que asegurarse que los acuerdos políticos son inclusivos, que los grupos marginados y las familias disfuncionales son atendidas, y que la resiliencia está diseñado para las comunidades desde un principio.
Por Robert Muggah e Katherine Aguirre
Artigo de opinião publicado em 22 de abril de 2016
Animal Politico