Postconflicto en Colombia (19) Incertidumbre y temores después de la guerra
El momento de la firma del acuerdo de paz y terminación de uno de los conflictos armados con más duración en el globo llegó por fin. Ya el gobierno colombiano y la guerrilla de las FARC terminaron las negociaciones y la firma formal del acuerdo de paz tuvo lugar el 26 de setiembre. Solo queda esperar el resultado del plebiscito, que dará a validación ciudadana a las negociaciones, el 2 de octubre.
Sin embargo, las dudas sobre el verdadero alcance del acuerdo de paz sobre la compleja situación de seguridad en el país están abiertas. La experiencia de otros conflictos armados en el mundo demuestra que hay formas de violencia que pueden relacionarse directamente con la terminación del conflicto, por lo cual estas posibilidades no deben dejar de considerarse.
Pronto llegará la hora en que las FARC se acaben como grupo insurgente y oficialmente ya no haya más ataques y confrontaciones en el marco del conflicto. Es en este momento donde las especulaciones sobre el futuro del país florecen: visiones fatalistas, como que el postconflicto es muy costoso y que puede dar cabida a aumentos de la violencia, contrastan con el positivismo de movimientos virtuales como #UltimoDiaDeLaGuerra.
La incertidumbre es de esperarse y también los temores frente al cambio de un orden de guerra al que hemos estado sometidos por generaciones. Sin embargo, debe tenerse en cuenta que Colombia no es el único país que ha enfrentado la terminación de un conflicto, así que otros casos en el mundo y el amplio acervo académico disponible en estudios de paz y de posconflicto pueden dar luces de lo que se puede esperar en el país.
Las visiones más pesimistas suelen citar casos como los centroamericanos, con repuntes de violencia luego del conflicto. Y es un hecho: en Guatemala la tasa de homicidios pasó de 19 por cada 100.000 habitantes en 1986, a 21 en 1996 (año de la firma del acuerdo), alcanzando una tasa de 50 en 2009. El Salvador es ahora el país con la tasa de homicidios más alta del mundo, con valores cercanos a los 120 por cada 100.000 habitantes. Pero equiparar el aumento de la tasa de homicidios con la explosión de la violencia de postconflicto es una visión profundamente reduccionista, que omite las variaciones regionales de la violencia, las diversas manifestaciones de la misma y la multiplicidad de factores causales detrás de los cambios en su nivel y distribución.
Por otro lado, voces a favor del acuerdo de paz citan airosas la reducción casi al mínimo de la violencia de conflicto asociada a las FARC, tal como lo ha reportado el seguimiento realizado por CERAC. Ni lo uno ni lo otro: no toda la violencia que existe luego de la firma del acuerdo de paz es de posconflicto, ni la terminación formal de ataques y combates con las FARC es garantía de una paz sostenible.
De los legados de la guerra a las condiciones para la paz
La existencia de un conflicto armado, que ha determinado gran parte de la política y las relaciones sociales, obviamente tiene efectos en la continuidad y la reproducción de la violencia aún tras la firma de un acuerdo de paz. Existen factores determinantes de la violencia luego del conflicto que están directamente asociados a la existencia de éste y su terminación, los cuales son concretamente legados de la guerra, como pueden ser:
– la insatisfacción masiva como resultado de los acuerdos, que puede llevar a brotes de violencia;
– el retorno de poblaciones desplazadas, que puede llevar a formas de disputas sobre la propiedad;
– un proceso de desmovilización, desarme y reintegración (DDR) limitado e incompleto, que puede dejar pie de fuerza y armamento a disposición para la continuación y repunte de la violencia;
– la existencia de una “cultura de violencia”, en la que la violencia se ha legitimado como mecanismo para resolver cualquier tipo de conflictividad;
– una limitada reconciliación y reparación, que puede impulsar conflictos comunitarios
Los acuerdos de paz de La Habana deben considerar de manera concreta y directa todos estos posibles factores. Sin embargo, la paz no se agota en La Habana: para poder contemplar la posibilidad de una verdadera reducción de la violencia luego del conflicto, debe considerarse la recuperación económica, social y política de país. Hay diferentes factores que no están directamente relacionados con la dinámica de la guerra que no se abordan directamente en los acuerdos, pero que son determinantes de las condiciones para la paz tras el conflicto.
Estas condiciones han sido resaltadas tanto en contextos de conflicto como de no conflicto como causas de la violencia, así como de ser responsables de trampas de la violencia y de la permanente reproducción de esta. Tras el conflicto, el país está en una situación compleja y con necesidad de reconstruir y fortalecer sus instituciones, concretamente la presencia territorial del Estado, que debe retomar el control del territorio y estabilizar el país, principalmente en regiones donde no ha estado presente durante décadas y donde las FARC cumplían su rol. No se trata solamente proporcionar seguridad, sino también todos los servicios sociales que debe proveer el Estado y generar relaciones de larga duración con las comunidades, de manera que se evite el acceso de grupos armados ilegales que en algún momento han proporcionado estos servicios, llegando incluso a reemplazar al Estado. Entre las condiciones para la paz que deben abordarse, las siguientes:
– Ausencia de capacidad institucional para proveer justicia y seguridad. Ante esta situación, la impunidad se seguirá reproduciendo y la baja capacidad coercitiva del Estado seguirá evidente, los cual impone bajas restricciones a los individuos para llevar a cabo actividades ilícitas y violentas;
– continuidad de la corrupción y responsabilidad de entidades del Estado en actividades criminales. Implica cambiar las medidas represivas por una buena relación con los ciudadanos, que son un elemento fundamental para construir la seguridad y para tener fuerzas públicas transparentes y responsables;
– inestabilidad social y económica: en un ambiente de desigualdad y ausencia de posibilidades económicas, de educación y de disfrute efectivo de los derechos, hay múltiples posibilidades para la reproducción y transformación de la violencia en el postconflicto.
Las posibilidades de la violencia en el postconflicto colombiano
Todos estos factores pueden dar un impulso a la violencia luego del conflicto en todos los rincones del país, incluyendo las áreas apartadas donde Estado ha tenido una presencia limitada en las últimas décadas, las ciudades intermedias y las grandes metrópolis del país. Cada una de estas y otras formas de violencia dependerá en cierta medida de los legados de la guerra y las condiciones para la paz en el postconflicto.
– Un caso posible es la continuidad de la violencia de conflicto o la reactivación del conflicto armado, es decir, que las confrontaciones y los ataques continúen tras la firma del acuerdo. Esto puede ser el resultado de facciones no involucradas en las negociaciones que continúan con las mismas formas de lucha. Incluso durante las negociaciones la violencia puede ser usada para ejercer poder en la mesa de negociación y lograr resultados determinados. Este tipo de violencia es ejercida por grupos saboteadores, los llamados spoilers. Este es por ejemplo el caso de Camboya, donde se firmó un acuerdo de paz en 1991 que no significó la terminación de la violencia de conflicto. La continuidad del conflicto es común en los llamados “estados frágiles” donde no están garantizadas las condiciones de la paz (como la República Centroafricana y la República Democrática del Congo). En Colombia, aunque se ha hablado de disidencias (Frente 1), ninguna de estas ha reportado acciones violentas, y al parecer las FARC son una guerrilla lo suficientemente cohesionada para mantener el acuerdo.
– La violencia política puede surgir con el objetivo de obstruir la implementación de los acuerdos, generar inestabilidad o incluso para forzar la reconfiguración del poder en los territorios. El florecimiento de escuadrones de la muerte y grupos clandestinos que persiguieron a activistas luego del conflicto de Guatemala es una expresión de esta forma de violencia. En Colombia, hay reportes que indican que los asesinatos de líderes sociales, defensores de derechos humanos, militantes de partidos políticos, y sindicalistas aumentaron en 2015 y que en lo corrido del año se han registradoasesinatos y amenazas a activistas, incluso relacionados con la restitución de tierras y la pedagogía para la paz. Este riesgo está principalmente asociado con un posible resurgimiento de grupos de paramilitares.
– Disputas relacionadas con la propiedad pueden darse entre personas que retornan a su tierra y posibles invasores ilegales, fuerzas estatales e incluso grandes terratenientes. En Colombia se han registrado casos de violencia contra campesinos que han retornado a sus tierras, así como por parte de bandas criminales que quieren consolidar su poder en los territorios.
– El fracaso de los gobiernos en proveer justicia y seguridad puede llevar al surgimiento de formas extralegales de vigilancia y justicia, tales como los linchamientos y la limpieza social, así como el surgimiento de grupos de autodefensa y patrullaje. En Guatemala se han identificado los linchamientos como uno de las principales herencias de la guerra, principalmente en las zonas más afectadas por el conflicto.
– El tipo de violencia que más se puede esperar en el escenario de postconflicto es la continuación de las acciones asociadas con la criminalidad organizada. Tanto grupos disidentes de las FARC, como cualquier otro grupo que llegue a ocupar los espacios tras la retirada de la guerrilla, tienen incentivos para continuar con las actividades predatorias de las rentas que no van a dejar de existir en el territorio. Los grupos armados también proveen protección física, ganancias económicas y generan lazos de solidaridad e identidad a sus miembros, lo que explica la permanencia o nueva vinculación de personas a estos grupos. El Pacífico colombiano, y en especial Tumaco, ha experimentado recientemente casos de violencia selectiva y asociada al narcotráfico, evidenciando la poca capacidad del Estado en regiones donde las economías criminales siguen siendo fuertes.
– También existen efectos de la existencia de un conflicto armado en los niveles de violencia interpersonal. La normalización y rutinización de la violencia es un efecto de la fuerte exposición a ésta durante décadas. Además, ante la inestabilidad socioeconómica y la ausencia de oportunidades de trabajo y educación, hay un espacio para el florecimiento de la criminalidad. Este, sin embargo, no es un legado directo de la guerra, sino una consecuencia de las condiciones de inestabilidad en la paz. Una fuente de preocupación al respecto es el posible flujo de desmobilizados que puedan involucrarse en actividades criminales en las ciudades. Sin embargo, estudios en Colombia han demostrado una bajísima reincidencia entre excombatientes.
– Una forma de violencia interpersonal que ha sido fuertemente identificada en contextos de postconflicto es la violencia intrafamiliar, y concretamente contra la mujer, que se ha resaltado como un importante efecto del conflicto en Africa Oriental. Se ha identificado que el retorno de los excombatientes a los hogares, junto con el estrés, la falta de opciones de ocupación, y la crisis de masculinidad en el postconflicto son críticos para el aumento de esta forma de violencia.
El panorama en el posconflicto es entonces complejo. Para garantizar la paz sostenible y duradera deben abordarse todos estos factores asociados a la terminación del conflicto con las FARC pero, más allá, la reducción definitiva de la violencia en el país solo podrá alcanzarse cuando se aborde de manera efectiva la violencia generada por todos los actores, incluyendo el ELN, bandas criminales, grupos de paramilitares, grupos de criminalidad organizada, así como los factores que han determinado el florecimiento de la violencia urbana en el país.
Por Katherine Aguirre
Artigo de opinião publicado em 28 de setembro de 2016
Democracia Abierta